jueves, 3 de septiembre de 2020

 

La carne avasalla con sus vestiduras de viejos hábitos,  en carácter, en tentaciones de haber querido cosas que la vida natural sólo nos podría dar, “si hubiera pasado esto”, si hubiera alcanzado aquello, si todos nuestros deseos se cumplieran en la vida natural quizás no tendríamos conciencia de que lo único importante es la comunión con Dios en nuestra inmensa pequeñez. De no merecerlo, como cristianos imperfectos, anhelando la perfección, con el amor inmenso de Dios pero poco receptivos del mismo, con un camino en su Voluntad, pero tropezando continuamente en el proceso, ¿qué hay de bueno en nosotros?, NADA.

En avanzada edad los huesos nos duelen, el ímpetu se apaga, lo que nos disgustaba en el diario vivir hoy lo tenemos como vano y pasajero, porque vemos que se apaga la luz ante nuestros ojos de un mundo oscuro en su realidad que nos ofrecía un espejismo de dicha y felicidad sin DIOS.

Cuál es el mensaje que deberíamos darnos a nosotros mismos, como si Dios lo dijera, ¡limpia tu corazón y seme fiel! 

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