domingo, 17 de julio de 2022

CARTA A LOS INCRÉDULOS

 

CARTA A LOS INCRÉDULOS :

          ¡Y si fuese cierto!, si hay un mañana después de la muerte, si hay un Dios que nos está esperando y nosotros lo rechazamos con nuestra inteligencia finita, ¿no sería de terror pavoroso el encontrarnos con esta verdad cuando ya sea demasiado tarde, ¡OJO!,en este momento tu conciencia quiere cauterizarse, cerrar tu oído, endurecer tu corazón, y un pensamiento esquivo hará que postergues algo de tanta importancia, tu destino futuro y eterno.

          No te estoy hablando de religión, ni de seguir a hombres, esto no debe ser una imposición por miedo, sino una disposición por amor, por creer y aceptar lo que Dios ha hecho por tí.

          ¿Dónde esta tu seguridad en el rechazo, en qué te apoyas?

          Sería de necios no pensarlo más de dos veces, no hay nada sólido en un fundamento sobre arena movediza, sólo la convicción, el pleno convencimiento sobre la verdad tiene base firme, y esta base firme y segura tiene nombre, Jesucristo.

Es un reto que uno busque la verdad hasta estar seguro de lo que cree, no dejes de hacerlo,  pues sus consecuencias son eternas.

         Te estoy hablando de que hay un Dios que te ama en forma personal, que te está buscando, que las palabras se las lleva el viento, pero Él te demostró su amor enviando a su Hijo Jesús para que creas en Él y para darte salvación.

         ¿Podría un hombre rechazar tal ofrecimiento en su demostración de amor?

No es religión, no es filosofía, ni ritos, es una persona  la que te salva, Jesucristo.

Una eternidad de gozo y paz ante su presencia por aceptarlo, o las tinieblas eternas del desamparo y sufrimiento.

        ¿Qué elegirías tú? Aún si tu corazón rechaza lo dicho, yo buscaría, indagaría, no estaría tranquilo hasta estar convencido y plenamente seguro, pues no se puede tomar algo tan importante como algo liviano, pues tiene peso eterno y consecuencias.

UN HORIZONTE OSCURO

     Había un hombre, padre de tres hijos, el cual no tenía trabajo, pues la fábrica donde trabajaba cerró, era difícil mantener su hogar pero todos los días se sentaban a la mesa y pedían a Dios por sus necesidades.

      Ya había llegado el verano y las cosas no mejoraban, pero Dios les había ayudado a no pasar hambre.

      Una tarde como las otras, se juntan en la mesa y por el calor que estaba haciendo abre las ventanas y se pone a pedir a Dios por alimento, al tiempo que pasaba un hombre incrédulo, enemigo de todo lo que tenga que ver con cristianos y Dios, y escucha: ¡Padre el pan de cada día dánoslo hoy!, ¡gracias Dios porque tu escuchas a tus hijos en nombre de Jesús!, ¡Padre el  pan de cada día dánoslo hoy!, y seguía orando confiando de que Dios los iba a proveer.

       El incrédulo oyó a través de la ventana, se paró y siguió escuchando como aquel hombre pedía pan para él y sus hijos, no soportó lo que estaba oyendo, se indignó, contuvo su furia y pensó en una manera fría, calculadora y meticulosa el burlarse de estos.

       Fue hasta la panadería más cercana y compró del mejor pan, cinco piezas, recién salido del horno. Rápidamente llega a la puerta del creyente, cuando escucha: ¡Gracias porque siempre escuchas nuestras oraciones!, entonces toma el pan y lo pone en la puerta, golpea fuerte y corre a esconderse detrás de un árbol.

      Al abrir la puerta se encuentran con aquel paquete de pan prácticamente recién horneado y es tal la felicidad que se pones a cantar, el incrédulo en frente se empieza a descostillar de la risa, decía: ¡que torpes!, ¡no fue Dios el que les dio el pan, si supieran!, ah, ah, ah.

      Cuando paso un rato el incrédulo pensó en cruzar la calle, golpear la puerta y decirles que fue él quién puso el pan y no Dios, pero por curiosidad primero se acerco a la ventana a ver que estaban haciendo, cuando para su asombro ellos seguían orando, cuando escuchó: ¡Gracias Padre porque tu recoges donde no sembraste y lo vuelves a favor de tus hijos!

      Aquél hombre que se estaba burlando, de repente quedó pálido, como si lo hubiesen sacado de un ataúd, aquel rasgo de dureza y su cerviz se habían quebrado, lágrimas empezaron a brotar y correr por sus mejillas y se marcho diciendo: ¡Dios no puede ser burlado!, y gritaba ¡DIOS!, ¡DIOS!, ¡DIOS!.

      Pasa un año, y un día va a la misma panadería, compra el mismo pan y llega hasta la puerta de aquella familia, cuando abren con un rostro radiante les dice: les traigo esto en nombre de Dios, y el padre de familia lo invita a pasar a su hogar.

     ¡Dios también convierte los corazones de piedra en corazones de carne!  Ese es mi Dios, ¿es también el tuyo?