sábado, 15 de agosto de 2020

EL AMOR DE DIOS

 

 

Cómo algo que no da cuenta de sí, que no se pronuncia a si mismo puede traer ese sentimiento de tanta felicidad, lleno de atributos a tal punto que da coraje para seguir en las peores circunstancias, sufrido y benévolo a la vez, palpita en expansión abarcándolo todo.

Sin poder palparlo pero con la solidez de sacudir al mundo entero, sin dimensiones de arquitectura pero construyendo hacia todas las aéreas que se dirige en su paso atributos que colman todas las expectativas de quienes lo viven.

En la satisfacción de experimentar en las grandes como en las pequeñas cosas, en un gesto apacible así como en la obra más prodigiosa, inexplicable pero evidente, sin edad, ni desgaste en el tiempo, dueño de lo eterno.

Desbordado de todo bien, anhelado en su plenitud como el más rico néctar para el alma, despojado de todo interés, dando sin querer recibir nada a cambio, con el interés de vestir y contagiar a todas las naciones sin distinción.

Cómo algo que es de pura gracia, que no se necesita dinero para comprarlo, cómo algo que envuelve como con manto de alegría todas las certezas de creer en promesas con el fundamento más sólido para cumplirse sellando el corazón en la paciencia de recibir lo prometido.

 Cómo el Amor del Padre, de Jesucristo, del Espíritu Santo en el corazón de sus hijos, que da la  permanencia de ese Amor vistiéndonos de inmortalidad solo por el favor de su Gracia. ¡Cómo tan bendecidos y hoy no saltamos de alegría!

 

Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios El Dios de nuestra salvación. Selah

Salmos 68:19

 

AMEMOS Y ADOREMOS EN ESPÍRITU Y TODA VERDAD.

¡EL AMOR DE DIOS NO SE PRONUNCIA, SE VIVE!